HISTORIA DE ARAGÓN.
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Algunos creen, especialmente en el resto de España, que los únicos restos monumentales de Zaragoza son la Basílica del Pilar, la Seo y la Aljafería. Nada más lejos de la realidad. La ciudad era considerada como la Florencia de España y en el siglo XVI era conocida popularmente como La Harta, por su prosperidad económica, ya que era una ciudad volcada al comercio y la industria que superaba los 25000 habitantes. Los edificios de la época, así como el gran número de palacios que albergaba -se calcula que unos 200, de los que tan sólo queda un pequeño grupo-, reflejaban esa riqueza.
Aprovechando que este mes de noviembre de 1551 concluyeron los trabajos de la Lonja de Zaragoza, considerado el primer edificio de estilo renacentista de la ciudad, hemos decidido trasladar a nuestros lectores a aquella ciudad que en 1542 el portugués Gaspar de Barreiros describía de la siguiente manera: “…tiene las mejores casas de España, salvo Barcelona, que las tiene tan buenas, pero no mejores… [la calle del Coso es] la más hermosa que sea posible, comparable a la [del Corso] de Roma, de muy amplia anchura y muy seguida en línea recta.”
“Vista de Zaragoza” de Juan Martínez – Museo del Prado
Imaginaos a la Zaragoza del siglo XVI como una ciudad con escasez de buena piedra en las inmediaciones pero muy rica y cuyas principales familias utilizaban la construcción como escaparate de su riqueza. En cuanto a estilos arquitectónicos se refiere, nos encontraríamos en una etapa efervescente en la que convivió el plateresco típico de los Reyes Católicos con el estilo renacentista importado de Italia, todo ello engalanado por pervivencias del gótico tardío e influencias mudéjares. El resultado fue un crisol de estilos arquitectónicos entremezclados y una ciudad de ladrillo, ocasionada no sólo por la escasez de buena piedra, sino también por la influencia de la arquitectura mudéjar. Esto daba a la ciudad un aspecto original y exótico, a la par que hermoso, que nada tenía que envidiar a aquellas ciudades edificadas con majestuosa piedra.
La Lonja es el edificio que mejor ejemplifica lo señalado en el párrafo anterior. Se trata de un edificio de ladrillo en el que al vislumbrar la fachada parece que nos encontramos ante un edifico de tres plantas. Sin embargo, en el interior hay un único espacio lleno de enormes columnas que sustentan la techumbre del edificio. Por el exterior es una construcción sobria típica del Renacimiento, aunque construida en ladrillo por influencia mudéjar. Cabe destacar también los bustos policromados que aparecen en la parte superior de la fachada del monumento. A modo de contraste, en su interior vemos bóvedas de abanico típicas del gótico tardío.
Su construcción fue encargada por el municipio de Zaragoza a Juan de Sariñena, atendiendo a los ruegos de los comerciantes de la urbe y al arzobispo Hernando de Aragón, ya que hasta entonces los intercambios comerciales se desarrollaban en la Seo y otras iglesias. De esta manera, la ciudad quedó dotada de un espacio para estas actividades. Cuando el municipio de Zaragoza le encargó la obra, Juan de Sariñena era un experto arquitecto que había construido entre otras edificaciones la Torre Nueva. Esta era una preciosa torre de estilo mudéjar, construida sólo para albergar el reloj del leridano Jaime Ferrer y las campanas que regulaban el pulso de la ciudad. Su rasgo más característico es que estaba inclinada, al igual que la Torre de Pisa, lo que la convirtió en un símbolo de la ciudad.
Durante los Sitios de Zaragoza se utilizó esta torre por los defensores para visualizar los movimientos de las tropas francesas y aunque sobrevivió al asedio francés, fue derruida en un acto de ceguera y locura en el año 1892, argumentando que había peligro de que se cayera. No fue el único caso. Tristemente, aquella esplendorosa ciudad del siglo XVI fue arrasada durante los sitios de las tropas napoleónicas y lo que no fue destruido por los sitios, fue demolido por posteriores actividades caciquiles que recuerdan al reciente episodio del derribo de la fundición Averly. Aun con todo, de aquella ciudad de ensueño del siglo XVI conservamos los siguientes monumentos: la Lonja, el Palacio de los Condes de Morata, el Palacio de los Condes de Sástago, el Palacio de los Torrero, el Palacio de los marqueses de Montemuzo, la Casa de Armijo, el Palacio de Huarte-Azara, la Casa Mercadal, la Casa de Miguel don Lope, la Casa de los Morlanes, la fachada de la Iglesia-basílica de Santa Engracia, el Patio de la Infanta, la Casa Aguilar, el Palacio de los condes de Argillo, la Casa de Armas y el Cimborrio de la Seo. Para que luego reduzcan a Zaragoza a la Basílica del Pilar, la Seo y la Aljafería.
La imagen que aparece en la portada del artículo corresponde al cuadro de Juan Bautista Martínez del Mazo de 1647, titulado Vista de la ciudad de Zaragoza. En él se ve a la esplendorosa ciudad que un día fue Zaragoza.